"LOS HIJOS DE ABRAHJAM"
_
Sin tener algún conocimiento de las tres religiones que se originaron
en el Cercano Oriente —el judaísmo, el cristianismo y el islamismo— sería imposible
entender lo que sucede hoy en esa región. Las raíces espirituales de
estas tres creencias se encuentran, de hecho, en la misma persona: Abraham. Los
grandes personajes históricos detrás de estas tres religiones —Moisés, Jesucristo y
Mahoma— descendieron directamente de Abraham.
Abraham nació en la ciudad mesopotámica de Ur; fue hijo de Taré, descendiente
de Sem, uno de los tres hijos de Noé. Aunque Abraham nació hace casi
4000 años, sigue influyendo en el Cercano Oriente. Por descender de Sem, hijo de
Noé, Abraham y sus descendientes eran un pueblo semítico. En Génesis 11:14-26
podemos ver que Heber, bisnieto de Sem, fue un antepasado directo de Abraham,
y es precisamente del nombre de Heber que proviene el término hebreo.
Abraham, el “padre de todos los creyentes” (Romanos 4:11), obedeció el mandato
de Dios de salir de Ur, su tierra natal, e irse a Harán. Como dijo Esteban, el
primer mártir de la era cristiana: “El Dios de la gloria apareció a nuestro padre
Abraham, estando en Mesopotamia, antes que morase en Harán, y le dijo: Sal de
tu tierra y de tu parentela, y ven a la tierra que yo te mostraré” (Hechos 7:2-3).
Tanto Ur como Harán se encontraban en Mesopotamia, que es la región entre
los ríos Tigris y Éufrates. Harán era una escala natural en el camino que tendrían
que seguir Abraham y Sara para llegar a la nueva tierra a donde los llamaba Dios;
su llegada sería un momento trascendental en la historia de esa comarca.
En Génesis 12:1-4 podemos ver que Abraham inició el viaje después de la
muerte de su padre Taré (ver también Génesis 11:31-32). Veamos su ejemplo de
obediencia total: “Pero el Eterno había dicho a Abram [su nombre original]: Vete
de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré.
Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás
bendición . . . Y se fue Abram, como el Eterno le dijo”. Y en Hebreos 11:8 leemos
que el patriarca “salió sin saber a dónde iba”.
Dios se proponía establecer a Abraham y sus descendientes en la tierra de
Canaán (llamada más adelante la Tierra Prometida o la Tierra Santa). Esta región,
cruce de las rutas comerciales entre Asia, África y Europa, resultaba ideal para los
planes de Dios, quien quería que su pueblo escogido fuera un ejemplo para el resto
del mundo (Deuteronomio 4:5-8).
Cuando llegó Abraham a la nueva tierra, Dios le prometió que se la daría a sus
descendientes (Génesis 12:7). En el siguiente capítulo leemos que el Eterno dijo
a Abraham: “Alza ahora tus ojos, y mira desde el lugar donde estás hacia el norte
y el sur, y al oriente y al occidente. Porque toda la tierra que ves, la daré a ti y a tu
descendencia para siempre” (Génesis 13:14-15).
Luego agregó: “Y haré tu descendencia como el polvo de la tierra; que si alguno
puede contar el polvo de la tierra, también tu descendencia será contada” (v. 16). Más
tarde, de manera reveladora, Dios le cambió a Abram el nombre por el de Abraham
(Génesis 17:5). El significado del primer nombre era “padre enaltecido”; Dios se
lo cambió por el de “padre de una multitud”, diciéndole: “Y te multiplicaré en gran
manera, y haré naciones de ti, y reyes saldrán de ti” (v. 6).
En ese tiempo, tales profecías debieron haberle parecido inverosímiles a
Abraham, ya que su esposa no podía dar a luz. Su infecundidad resultaría muy
significativa para el futuro del Cercano Oriente.
Como Abraham no tenía hijos, pensó que quizá su mayordomo lo heredaría,
pero Dios claramente le dijo: “No te heredará éste, sino un hijo tuyo será el que te
heredará” (Génesis 15:4). Sin embargo, Sara, al ver que no podía darle hijos, le dijo
a Abraham que se llegara a Agar, una sierva egipcia, para que así pudiera tener un
hijo (Génesis 16:1-3).
Nace el primer hijo de Abraham
“Y él se llegó a Agar, la cual concibió; y cuando vio que había concebido,
miraba con desprecio a su señora” (Génesis 16:4). Pronto se deterioró la relación
entre Sara y Agar, y ésta huyó.
Pero en el camino, el ángel del Eterno le habló y le dijo que volviera y se sometiera
a su señora. Le dijo además que tendría una gran descendencia con ciertas
características que serían evidentes a lo largo de su historia: “De tal manera multiplicaré
tu descendencia, que no se podrá contar. Estás embarazada, y darás a luz
un hijo, y le pondrás por nombre Ismael [‘Dios oye’], porque el Señor ha escuchado
tu aflicción. Será un hombre indómito como asno salvaje. Luchará contra todos, y
todos lucharán contra él; y vivirá en conflicto con todos sus hermanos” (vv. 10-12,
Nueva Versión Internacional).
Esta imagen de los descendientes de Agar es significativa debido a que muchos
de los árabes en la actualidad son ismaelitas, descendientes del mismo Ismael
(Ismail en árabe), cuyo padre fue Abraham. Mahoma, fundador del islamismo, era
descendiente de Cedar, uno de los 12 hijos de Ismael (ver Génesis 25:12-16). Actualmente,
22 países en el Cercano Oriente y en África del Norte son países árabes,
cuyos habitantes son en su mayoría musulmanes. Además, otros 35 países forman
parte de la Confederación Islámica, cuyos gobiernos son musulmanes, aunque la
población es de origen diferente.
Aun antes de que los descendientes de Ismael llegaran a la región, ya se usaba
el término árabe para referirse a los pueblos de la península Arábiga. Gracias a la
propagación del islamismo, los árabes y el idioma arábigo abarcan una inmensa
región.
Las palabras proféticas que el ángel le dijo a Agar aún tienen gran significado
hoy en día. La profecía de que Ismael sería “hombre indómito como asno salvaje”
no era un insulto. De todos los animales salvajes del desierto, el asno salvaje era
la presa más preciada de los cazadores. La profecía declaraba cómo la vida de los
descendientes de Ismael se asemejaría a la libre y noble existencia que llevaba esa
clase de asno en el desierto.
“Luchará contra todos, y todos lucharán contra él” igualmente se refería al
estilo independiente de vida que siempre han llevado los descendientes de Ismael,
resistiendo cualquier dominación extranjera. “Vivirá en conflicto con todos sus
hermanos” tenía que ver con la enemistad que históricamente ha existido entre los
mismos árabes, y entre los árabes y los otros hijos de Abraham.
El segundo hijo de Abraham
A los 14 años de haber nacido Ismael, Dios bendijo a Abraham con otro hijo,
esta vez nacido de su esposa Sara. Les dijo que lo nombraran Isaac (cuyo significado
en hebreo es “risa”, tanto por la incrédula reacción que tuvieron cuando Dios
les informó que tendrían un hijo a su avanzada edad, como por el gozo que éste les
traería a sus padres, Génesis 17:17, 19; 18:10-15; 21:5-6). Isaac a su vez engendró
a Jacob, nombrado también Israel, el padre de los israelitas. Los descendientes de
Ismael y de Isaac son primos.
“Y creció el niño [Isaac], y fue destetado; e hizo Abraham gran banquete el
día que fue destetado Isaac. Y vio Sara que el hijo de Agar la egipcia, el cual ésta le
había dado a luz a Abraham, se burlaba de su hijo Isaac. Por tanto, dijo a Abraham:
Echa a esta sierva y a su hijo, porque el hijo de esta sierva no ha de heredar con
Isaac mi hijo” (Génesis 21:8-10).
Esto, lógicamente, no fue grato para Abraham, ya que también amaba a Ismael.
“Entonces dijo Dios a Abraham: . . . en todo lo que te dijere Sara, oye su
voz, porque en Isaac te será llamada descendencia” (v. 12). Y en el versículo 13
leemos que, para animar a Abraham, Dios le dijo: “Y también del hijo de la sierva
[Ismael] haré una nación, porque es tu descendiente”. Luego vemos que “Dios
estaba con el muchacho; y creció, y habitó en el desierto . . .” (v. 20).
No se puede decir que Ismael haya aborrecido a Isaac. Sin embargo, después
de haber sido hijo único durante 14 años, el nacimiento de Isaac cambió sustancialmente
la relación entre Ismael y su padre Abraham. Es de suponerse que, después
de algún tiempo, Ismael tuvo sentimientos de envidia y rivalidad hacia su medio
hermano, sentimientos que han prevalecido en sus descendientes a lo largo de la
historia y que todavía afectan la política en el Cercano Oriente.
Los dos hijos de Isaac
Años después surgirían más enredos de familia. A Isaac, su esposa Rebeca
le dio dos hijos mellizos: Jacob y Esaú. Aun antes de nacer “los hijos luchaban
dentro de ella”, y Dios le dijo a Rebeca: “Dos naciones hay en tu seno, y dos pueblos
serán divididos desde tus entrañas; el un pueblo será más fuerte que el otro
pueblo, y el mayor servirá al menor” (Génesis 25:22-23). De ambos hermanos
nacerían grandes naciones, una bendición de Dios para los nietos de Abraham.
La costumbre generalizada era que el primogénito recibía el derecho de primogenitura,
pero en este caso sería diferente. En la Biblia leemos que Esaú vendió
su primogenitura a Jacob por un guisado de lentejas (vv. 29-34), menospreciando
así su derecho. Algún tiempo después, Jacob engañó a su padre para que le confiriera
la bendición de la primogenitura (capítulo 27). Este hecho hizo que Esaú
odiara a Jacob (v. 41).
Las consecuencias de esto aún están presentes en la actualidad.
Los descendientes de Esaú (llamado también Edom, Génesis 25:30) se casaron
con descendientes de Ismael, y la amargura y el resentimiento fueron creciendo
con el correr del tiempo. Un nieto de Esaú, Amalec (Génesis 36:12), fue el
padre de los amalecitas, quienes fueron enemigos acérrimos de los descendientes
de Jacob, las 12 tribus de Israel. En Éxodo 17:16 se anunció proféticamente que
habría un conflicto continuo entre ellos, “de generación en generación”. Algunos
estudiosos de la Biblia creen que muchos de los palestinos actuales son descendientes
de los amalecitas.
Examinemos ahora la extraordinaria historia de las tribus de Israel, su esplendor
y su ocaso.
Sin tener algún conocimiento de las tres religiones que se originaron
en el Cercano Oriente —el judaísmo, el cristianismo y el islamismo— sería imposible
entender lo que sucede hoy en esa región. Las raíces espirituales de
estas tres creencias se encuentran, de hecho, en la misma persona: Abraham. Los
grandes personajes históricos detrás de estas tres religiones —Moisés, Jesucristo y
Mahoma— descendieron directamente de Abraham.
Abraham nació en la ciudad mesopotámica de Ur; fue hijo de Taré, descendiente
de Sem, uno de los tres hijos de Noé. Aunque Abraham nació hace casi
4000 años, sigue influyendo en el Cercano Oriente. Por descender de Sem, hijo de
Noé, Abraham y sus descendientes eran un pueblo semítico. En Génesis 11:14-26
podemos ver que Heber, bisnieto de Sem, fue un antepasado directo de Abraham,
y es precisamente del nombre de Heber que proviene el término hebreo.
Abraham, el “padre de todos los creyentes” (Romanos 4:11), obedeció el mandato
de Dios de salir de Ur, su tierra natal, e irse a Harán. Como dijo Esteban, el
primer mártir de la era cristiana: “El Dios de la gloria apareció a nuestro padre
Abraham, estando en Mesopotamia, antes que morase en Harán, y le dijo: Sal de
tu tierra y de tu parentela, y ven a la tierra que yo te mostraré” (Hechos 7:2-3).
Tanto Ur como Harán se encontraban en Mesopotamia, que es la región entre
los ríos Tigris y Éufrates. Harán era una escala natural en el camino que tendrían
que seguir Abraham y Sara para llegar a la nueva tierra a donde los llamaba Dios;
su llegada sería un momento trascendental en la historia de esa comarca.
En Génesis 12:1-4 podemos ver que Abraham inició el viaje después de la
muerte de su padre Taré (ver también Génesis 11:31-32). Veamos su ejemplo de
obediencia total: “Pero el Eterno había dicho a Abram [su nombre original]: Vete
de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré.
Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás
bendición . . . Y se fue Abram, como el Eterno le dijo”. Y en Hebreos 11:8 leemos
que el patriarca “salió sin saber a dónde iba”.
Dios se proponía establecer a Abraham y sus descendientes en la tierra de
Canaán (llamada más adelante la Tierra Prometida o la Tierra Santa). Esta región,
cruce de las rutas comerciales entre Asia, África y Europa, resultaba ideal para los
planes de Dios, quien quería que su pueblo escogido fuera un ejemplo para el resto
del mundo (Deuteronomio 4:5-8).
Cuando llegó Abraham a la nueva tierra, Dios le prometió que se la daría a sus
descendientes (Génesis 12:7). En el siguiente capítulo leemos que el Eterno dijo
a Abraham: “Alza ahora tus ojos, y mira desde el lugar donde estás hacia el norte
y el sur, y al oriente y al occidente. Porque toda la tierra que ves, la daré a ti y a tu
descendencia para siempre” (Génesis 13:14-15).
Luego agregó: “Y haré tu descendencia como el polvo de la tierra; que si alguno
puede contar el polvo de la tierra, también tu descendencia será contada” (v. 16). Más
tarde, de manera reveladora, Dios le cambió a Abram el nombre por el de Abraham
(Génesis 17:5). El significado del primer nombre era “padre enaltecido”; Dios se
lo cambió por el de “padre de una multitud”, diciéndole: “Y te multiplicaré en gran
manera, y haré naciones de ti, y reyes saldrán de ti” (v. 6).
En ese tiempo, tales profecías debieron haberle parecido inverosímiles a
Abraham, ya que su esposa no podía dar a luz. Su infecundidad resultaría muy
significativa para el futuro del Cercano Oriente.
Como Abraham no tenía hijos, pensó que quizá su mayordomo lo heredaría,
pero Dios claramente le dijo: “No te heredará éste, sino un hijo tuyo será el que te
heredará” (Génesis 15:4). Sin embargo, Sara, al ver que no podía darle hijos, le dijo
a Abraham que se llegara a Agar, una sierva egipcia, para que así pudiera tener un
hijo (Génesis 16:1-3).
Nace el primer hijo de Abraham
“Y él se llegó a Agar, la cual concibió; y cuando vio que había concebido,
miraba con desprecio a su señora” (Génesis 16:4). Pronto se deterioró la relación
entre Sara y Agar, y ésta huyó.
Pero en el camino, el ángel del Eterno le habló y le dijo que volviera y se sometiera
a su señora. Le dijo además que tendría una gran descendencia con ciertas
características que serían evidentes a lo largo de su historia: “De tal manera multiplicaré
tu descendencia, que no se podrá contar. Estás embarazada, y darás a luz
un hijo, y le pondrás por nombre Ismael [‘Dios oye’], porque el Señor ha escuchado
tu aflicción. Será un hombre indómito como asno salvaje. Luchará contra todos, y
todos lucharán contra él; y vivirá en conflicto con todos sus hermanos” (vv. 10-12,
Nueva Versión Internacional).
Esta imagen de los descendientes de Agar es significativa debido a que muchos
de los árabes en la actualidad son ismaelitas, descendientes del mismo Ismael
(Ismail en árabe), cuyo padre fue Abraham. Mahoma, fundador del islamismo, era
descendiente de Cedar, uno de los 12 hijos de Ismael (ver Génesis 25:12-16). Actualmente,
22 países en el Cercano Oriente y en África del Norte son países árabes,
cuyos habitantes son en su mayoría musulmanes. Además, otros 35 países forman
parte de la Confederación Islámica, cuyos gobiernos son musulmanes, aunque la
población es de origen diferente.
Aun antes de que los descendientes de Ismael llegaran a la región, ya se usaba
el término árabe para referirse a los pueblos de la península Arábiga. Gracias a la
propagación del islamismo, los árabes y el idioma arábigo abarcan una inmensa
región.
Las palabras proféticas que el ángel le dijo a Agar aún tienen gran significado
hoy en día. La profecía de que Ismael sería “hombre indómito como asno salvaje”
no era un insulto. De todos los animales salvajes del desierto, el asno salvaje era
la presa más preciada de los cazadores. La profecía declaraba cómo la vida de los
descendientes de Ismael se asemejaría a la libre y noble existencia que llevaba esa
clase de asno en el desierto.
“Luchará contra todos, y todos lucharán contra él” igualmente se refería al
estilo independiente de vida que siempre han llevado los descendientes de Ismael,
resistiendo cualquier dominación extranjera. “Vivirá en conflicto con todos sus
hermanos” tenía que ver con la enemistad que históricamente ha existido entre los
mismos árabes, y entre los árabes y los otros hijos de Abraham.
El segundo hijo de Abraham
A los 14 años de haber nacido Ismael, Dios bendijo a Abraham con otro hijo,
esta vez nacido de su esposa Sara. Les dijo que lo nombraran Isaac (cuyo significado
en hebreo es “risa”, tanto por la incrédula reacción que tuvieron cuando Dios
les informó que tendrían un hijo a su avanzada edad, como por el gozo que éste les
traería a sus padres, Génesis 17:17, 19; 18:10-15; 21:5-6). Isaac a su vez engendró
a Jacob, nombrado también Israel, el padre de los israelitas. Los descendientes de
Ismael y de Isaac son primos.
“Y creció el niño [Isaac], y fue destetado; e hizo Abraham gran banquete el
día que fue destetado Isaac. Y vio Sara que el hijo de Agar la egipcia, el cual ésta le
había dado a luz a Abraham, se burlaba de su hijo Isaac. Por tanto, dijo a Abraham:
Echa a esta sierva y a su hijo, porque el hijo de esta sierva no ha de heredar con
Isaac mi hijo” (Génesis 21:8-10).
Esto, lógicamente, no fue grato para Abraham, ya que también amaba a Ismael.
“Entonces dijo Dios a Abraham: . . . en todo lo que te dijere Sara, oye su
voz, porque en Isaac te será llamada descendencia” (v. 12). Y en el versículo 13
leemos que, para animar a Abraham, Dios le dijo: “Y también del hijo de la sierva
[Ismael] haré una nación, porque es tu descendiente”. Luego vemos que “Dios
estaba con el muchacho; y creció, y habitó en el desierto . . .” (v. 20).
No se puede decir que Ismael haya aborrecido a Isaac. Sin embargo, después
de haber sido hijo único durante 14 años, el nacimiento de Isaac cambió sustancialmente
la relación entre Ismael y su padre Abraham. Es de suponerse que, después
de algún tiempo, Ismael tuvo sentimientos de envidia y rivalidad hacia su medio
hermano, sentimientos que han prevalecido en sus descendientes a lo largo de la
historia y que todavía afectan la política en el Cercano Oriente.
Los dos hijos de Isaac
Años después surgirían más enredos de familia. A Isaac, su esposa Rebeca
le dio dos hijos mellizos: Jacob y Esaú. Aun antes de nacer “los hijos luchaban
dentro de ella”, y Dios le dijo a Rebeca: “Dos naciones hay en tu seno, y dos pueblos
serán divididos desde tus entrañas; el un pueblo será más fuerte que el otro
pueblo, y el mayor servirá al menor” (Génesis 25:22-23). De ambos hermanos
nacerían grandes naciones, una bendición de Dios para los nietos de Abraham.
La costumbre generalizada era que el primogénito recibía el derecho de primogenitura,
pero en este caso sería diferente. En la Biblia leemos que Esaú vendió
su primogenitura a Jacob por un guisado de lentejas (vv. 29-34), menospreciando
así su derecho. Algún tiempo después, Jacob engañó a su padre para que le confiriera
la bendición de la primogenitura (capítulo 27). Este hecho hizo que Esaú
odiara a Jacob (v. 41).
Las consecuencias de esto aún están presentes en la actualidad.
Los descendientes de Esaú (llamado también Edom, Génesis 25:30) se casaron
con descendientes de Ismael, y la amargura y el resentimiento fueron creciendo
con el correr del tiempo. Un nieto de Esaú, Amalec (Génesis 36:12), fue el
padre de los amalecitas, quienes fueron enemigos acérrimos de los descendientes
de Jacob, las 12 tribus de Israel. En Éxodo 17:16 se anunció proféticamente que
habría un conflicto continuo entre ellos, “de generación en generación”. Algunos
estudiosos de la Biblia creen que muchos de los palestinos actuales son descendientes
de los amalecitas.
Examinemos ahora la extraordinaria historia de las tribus de Israel, su esplendor
y su ocaso.